Lugar de escape mental.

Lugar de escape mental.
By : ~ Kiim Tyler ♡

Quiero amarte
pero me estoy ahogando
en tu ausencia
en tu silencio y
en la manera en que devorás

toda la vida

de mi cuerpo.









— Cosas que quisiera decirte a la cara.

Eigth.

 No puedo dejar de pensar. En ti, en mi, en todo aquello que hay en el medio. Todo aquello que sucede hace dos años y no sabemos ni qué es, ni por qué nos pasa, ni por qué todavía no se lo consumió el tiempo. Pienso en ti y eso abarca todo lo malo, pero también todo lo bueno. Todo lo malo es lo que me daña: tu desamor, tu distancia, esas palabras frías, esa humildad barata, esos ojos que me asfixian pero que a la vez, me dan vida. Porque es mirarte de frente y respirar como si hubiera estado años bajo el agua. Llenas mis pulmones no de humo sino de aire fresco, cada tanto. Y me hace daño. Así como algo puede revivirte puede llevarte al infierno. El infieno es mi mente, que te arma y te desarma a su antojo. Que te inventa y te convierte en el dueño de mi risa, mis ideas y mis sueños, cuando no eres más que un paisaje lejano, a la deriva, que busca tomar mi mano en las noches que pasamos. Pero tus manos son cálidas y las mías tan frías. Me acuerdo que te lo dije mucho. No me miraste y me apretaste más fuerte, quizás para pasarme un poquito de vida. Es muy tarde, y no puedo evitar mandarte un mensaje. Me preguntás qué estoy haciendo a esas horas despierta y como si no fuera obvio la presión en mi pecho desaparece, porque con tan poco interés de tu parte yo ya me convenzo. De que me gustas. De que te amo., ven a buscarme, llevame léjos. Quiero creer que es posible escapar de este infierno. Quiero creer que lo que siento también te pasa. Y que esta noche cuando esté en tu cama y no pueda cerrar los ojos, me armes a tu gusto, como te parezca, porque soy un rompecabezas y hay varias partes que no me encuentro.  
Me pregunto si algun dia todo esto va a doler menos, si ya no voy a recordarte, si tu rostro se va a borrar de mi memoria como tantas otras cosas. Si me voy a olvidar del calor de tu cuerpo cuando estábamos en la cama o de tus ojos que reflejaban el cielo; o de tus manos que a veces rodeaban las mías -aunque preferían mis huesos. Me pregunto, si voy a olvidar tu respiración en mi cuello mientras hacíamos el amor, los pequeños gemidos que llenaban tu habitación cuando el disco que elegías se terminaba; o el tono de tu voz cuando me cantabas una cancion a medias y yo no pude hacer otra cosa que estallar de risa.

¿Cómo podría olvidar todo eso? ¿Cómo podría olvidarme que me diste un hogar cuando no me tenía ni a mi misma, que me dejaste acurrucarme en tu cama y dormir porque los ojos me pesaban tanto? O que me enseñaste a mentir, a huir, a salir corriendo... a volver siempre a tus brazos. Aun cuando eran ellos los que me ahogaban. ¿Como dejar todo atrás? ¿Mi mente podría ser tan cruel?



''Nada dura para siempre'' me dicen, y yo los miro y me río por dentro:

¿Acaso no conocen el poder de los recuerdos?   

Arkhé - Uno

Somos percepción. Somos una compleja amalgama de interpretaciones sensoriales, de ideas concebidas y gestadas en el seno de los sentidos. Somos una imperfecta traducción del tacto, de la vista y, sobre todo, del oído. Porque no deberíamos olvidar que los cimientos cuestan demasiado para ponerlos sin ayuda, y por mucho que nos creamos arquitectos de nuestro yo, no somos más que decisiones tomadas como reacción a una acción ajena. 

Somos, en definitiva, lo que nos dejan ser.

Es cierto, es una trivialización de una realidad sumamente compleja: la vida es ilógica y lo ilógico no tiene reglas, ni límites. No tiene sentido intentar acotarlo o analizarlo más allá de jugar con la percepción de lo que es, algo tan sumamente subjetivo y particular que no deja de ser una opinión, y las opiniones no deberían formar parte de esta historia porque pueden llegar a desvirtuar los hechos... o quizás a darles sentido, no lo sé.

No había ningún elemento decorativo. Ningún mueble. No había lámparas que explicaran el origen de esa luz que iluminaba cada rincón con una uniformidad perfecta. No había sombras, no había vida, sólo un largo pasillo y puertas. Cientos de puertas a cada lado. 

No había ningún espejo. Ninguna superficie con el suficiente brillo como para reflejar su rostro. Nada que le devolviera una mirada de desconcierto y miedo, nada que le dijera quién era. 

Se miró las manos y tomó su primera decisión: decidió que era hombre. Se palpó la cara y decidió que era joven, aunque no quiso serlo demasiado: presentía que necesitaría cierta experiencia de esa que a veces da la edad y otras un camino repleto de curvas, pendientes y baches. Se tocó el cuerpo y decidió que ahora no resultaba relevante, no importaba su firmeza, elasticidad, color o proporcionalidad. Quizás más tarde podría detenerse a buscar cicatrices. 

Tardó poco en elegir que sí existía, aunque no podía decidirse entre una existencia real o una hipotética. ¿Cómo saberlo si no tenía pasado? ¿Cómo sin tener una base de experiencias, sensaciones y recuerdos que poder usar de guía? Sus sentidos le gritaban que todo eso era irreal, pero su intuición, el instinto de una persona nueva y vacía, le decía que era una oportunidad. 

Así que tomó la primera decisión realmente importante, una de esas que definen lo que eres: dejó de tener miedo para tener curiosidad.

Pero la curiosidad no deja de ser una cualidad irónica: te empuja a querer comprender lo que te rodea incluso cuando no eres capaz de entender lo que tú mismo eres. Aunque él era muy reciente como para entenderlo, así que dejó de pensarse hacia adentro para observar hacia afuera.

Él. Sí, resulta incómodo que no tenga nombre, pero ¿para qué lo iba a querer? Las etiquetas nacen de la necesidad de distinción, de la exigencia de diferenciación entre dos entes u objetos similares. No necesitaba un nombre porque nadie lo iba a usar, él era “yo” para sí mismo y con eso era suficiente. Pero, ¿qué hay de nosotros? Él todavía no sabe lo que es para nosotros, no sabe que le estamos leyendo. Pero nosotros sí somos conscientes de él y deberíamos poder etiquetarlo en nuestra percepción, en nuestro orden natural de lo que debe de ser. 

Creo que voy a llamarlo Uno, al menos de momento.

Uno miró a su alrededor, y decidió que no había mucho que ver. Un pasillo de suelo liso y negro, de esos que te hacen dudar entre dar el siguiente paso o esperar que algo cambie por ti, incapaz de diferenciarlo de un vacío concebido para engullirte en una caída de oscuridad eterna. Un par de paredes blancas salpicadas por cientos de puertas, separadas entre sí con una perfección milimétrica. Un patrón ideado para dar una sensación de orden, como si ese contraste entre la sombría promesa del suelo y la ordenada elección de una puerta por la que escapar, fuera imprescindible para no perder el juicio demasiado pronto. Y el techo gris, sucio, apático y discordante. Quizás el ser que concibió esa extraña dimensión pensó que mirar hacia arriba era una pérdida de tiempo, o quizás esa deficiencia no fuera más que una promesa de realidad: una mentira imperfecta es más fácil de convertir en algo creíble, en una verdad perfecta.

Uno dio su primer paso, desnudo. Sintió por primera vez sus huesos, la armonía de sus articulaciones, de sus músculos, obedeciendo un impulso surgido como respuesta a una necesidad de comprender su mundo. Percibió el cambio de dimensión, el desplazamiento del punto A al punto B, la diferencia de temperatura y presión en la planta del pie, y se asombró de lo fácil que resultaba aprender. Estaba construyendo recuerdos, traduciendo su entorno a pequeños fragmentos de información que almacenaría para disfrutar más tarde, que utilizaría para que las decisiones fueran más fáciles, más mecánicas, menos desgarradoras. ¿Avanzar o retroceder? ¿Abrir esta puerta o esa otra? Realmente no importaba.

Todo tenía sentido porque la falta de sentido es una propiedad comparativa, y no había nada más con lo que comparar. Todavía no era una locura. Todavía.

Es fácil entender al Ser Humano. Pero no hablo del ser como individuo, de eso amasijo de inquietudes, creencias, preceptos morales y errores cometidos y pendientes de cometer. No, qué va, intentar entender la unidad es tan absurdo como frustrarse cuando no se consigue. Hablo del ser humano como especie, ese que se escribe capitalizado y en cursiva en los libros de anatomía, historia o filosofía. Hablo del concepto.

Imagina la escena. Un ser humano limpio de pasado, reciclado de emociones y experiencia. Una persona adulta, desnuda, con conciencia de sí misma pero inconsciente de los porqués y los cómos. Un ente vivo que se está creando a sí mismo a cada minuto que pasa, que conoce lo suficiente para crecer pero no se cuestiona lo que conoce. Un hombre que sabe lo que es un pasillo, una puerta, o un cuerpo, pero nunca antes ha experimentado un verbo, una conjugación en pasado, o una acción en primera persona.

Imagina lo que sentiría. 

¿Qué te impulsaría a ti? ¿Qué motivaría tu siguiente paso? 

Sí, es probable que seas incapaz de concebirlo porque eres producto de tus propias vivencias. Incluso la imaginación está sujeta al conocimiento. Pero, ¿y Uno? ¿Qué escribiría alguien que sabe lo que es un lápiz, lo que es una libreta, lo que es escribir, pero que nunca lo ha hecho ni le han enseñado a hacerlo, a disfrutarlo, a amarlo? Despoja de conocimiento al ser humano y entrará en escena su auténtica esencia, su impulso natural, su sendero entre la ciénaga.

Sé lo que estás pensando y tienes razón: es todo mentira. Uno no existe, es producto de mi imaginación, y la imaginación es una deformación voluntaria del pasado, de lo aprendido. Pero, ¿y si no fuera así? Y si las historias existieran como entidad, como verdad absoluta, flotando a la espera de un vehículo que las plasme, que les dé forma, cuerpo, vida, palabras. Juguemos a cuestionar la realidad sin argumentos, sólo necesitamos la voluntad de hacerlo, y la relajación de ese escepticismo tan racional y aburrido. Aunque, de todas formas, no importa, esto no es más que ficción, nada existe: ni Uno, ni tú, ni yo. Sólo somos palabras en un juego de significados y metáforas. 

Uno dio su primer paso y deseó más. Ese fue su impulso. Ese es el impulso del Ser Humano como especie: el deseo de más, a pesar de todo. Quiso descubrir los límites. Saber hasta dónde podía andar. Conocer el final del pasillo. Así que lo hizo. Porque cuando no hay nadie que te mire, nadie que te juzgue desde un pedestal de presunta superioridad moral y rectitud cívica, es más fácil ser lo que debes ser. Uno no tenía la voz de una sociedad gritándole vístete, abre la puerta, entiende lo que eres o no te muevas que no vale la pena. No tenía el peso de una experiencia en forma de ansiedad, de miedo al error, al dolor o al fracaso. Uno era libre de ser él mismo. En realidad ni podía ni sabía ser de otra forma. 

Y caminó. Ignorando las puertas. Ignorando las elecciones. Caminó simplemente deseando saber dónde estaría el final, preguntándose qué habría esperando. Porque no hay nada como creer ciegamente en algo para reconstruir tu propia realidad, y acabar destruyendo la auténtica, esa que tantas veces nos frena.

Y después de una hora caminando, finalmente lo encontró.

Memorias.

Me escribo a mi misma para no olvidarme del pasado. Escribir es una manera de retener cosas que no sabes si existen o no de verdad. El amor, las ganas, el sueño. Cosas que se evaporan, que cambian con el tiempo, que son inestables como la vida, porque son consecuencia de ella. Me gusta echar la vista atrás y ver lo que escribí, porque sé que lo que escribí es lo que era. A veces, sobre todo en las noches (tiendo a pensar mucho por las noches últimamente, horas eternas), me planteo como hay gente que puede vivir sin arte. Sin expresar en un par de brochazos, en un par de líneas, toda la emoción interior y la ira, cuando sales en forma de verbo, es exquisita, elegante, se curva como las letras.

Llorar con las letras de una canción, hasta temblar. Llorar sin motivos, 


Así que me escribo a mi misma para que, dentro de muchos años, cuando me tropiece con este texto, pueda sonreír y recuerde el momento exacto, la sensación de la lagrima al borde de los ojos, el amor que sentí y las esperanzas que siempre tuve.


LA ESCRITURA ES LA MEMORIA.
Cada vez que comienzo a ser feliz, me detengo a mi misma. Se sentía mal ser feliz, se sentía mal dejarlo ir, olvidarle. Así sea por un minuto. Sentía que lo estaba traicionando. Todo lo que podía hacer era lastimar, y yo no soy así. Y algún día, espero poder demostrarlo.





Algunos estamos hechos para sufrir. Algunos creemos que tenemos esta especie de destino y que somos descartados. Tenemos que permanecer vivos porque tenemos que ver como termina la historia.

— My sassy girl. 2008
Si nunca nos volvemos a ver, y sales a caminar algún día y sientes una cierta presencia a tu lado, seré yo, amándote, desde donde quiera que este.








Algunas cosas hay que sacarlas del pecho. Si las dejas dentro se hinchan y no te dejan respirar más


La gente que me conoce piensa que estoy bien, en realidad soy todo lo contrario. Siento que todo el mundo es diferente a mi cuando la vida me ha demostrado que muy pocas veces lo que ven nuestros ojos, a parte de la naturaleza, es real.
Los sentimientos son tan escurridizos como intangibles. Desafortunadamente son mostrados por nuestra parte tangible, lo que nos crea la falsa ilusión de que son tan reales como la boca que los expresa…



Error…



Pero volvemos a mi recelo.



Por qué habría yo de ocultar mis sentimientos en este blog. Este es mi diario, es lo que leeré cuando en el futuro esté preguntándome cómo era mi vida hace 20 años, por qué me cuesta decir cosas como:



TENGO EL CORAZON ROTO

ESTOY TRISTE

ME SIENTO SOLA

QUIERO SER FELIZ

TENGO METAS ESTANCADAS



Porque me hacen vulnerable. Porque me baja de mi estatus de súper blogger con todo resuelto que viene aquí a abrirle los ojos al mundo para que vivían vidas perfectas y cómo salir de ser dos tonos abajo a ser una persona centrada con trabajo y un moderado gusto por mi carrera de cine. A mi me gustaría ser esto, pero no lo soy, estoy perdidísima en esto de ser una casi adulta que va a cumpli 20 años igual que a lo mejor… todo el que me lee…



Y quizás de esto mismo se trata esta entrada de diario, de lo peculiar que es cada una de nuestras cabezas, y sin embargo nuestras penas son comunes. Cada quien tiene una huella digital de dolor, el nuestro nunca será exactamente igual al de otra persona, pero eso no significa que debas avergonzarte de ti, que seas extraterrestre por estar triste...
Sobre todo cuando miras a tu alrededor y te dices a ti misma “wao, mira a todas estas personas felices” piensa por un segundo que… tu no estas sola en tus problemas, sean romanticos, económicos familiares, que todos estos rostros felices hacen justo lo que tu: Envalentonarsele a la vida.





Por eso me cuestiono por qué aún cuando tengo esto bien presente me cuesta mostrar vulnerabilidad en este blog. La realidad queda relegada a borrador, y quiero hablar de todo menos de la verdadera yo, por qué?